Diez años de la Bóveda Jesús F. Contreras en el Campus Central UAA (2012-2022)

Presentamos una fotografía de la construcción, en 2012, de la Bóveda Jesús F. Contreras en el Campus Central de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Este 2022 se cumplen diez años de este recinto archivístico en el cual se resguardan Fondos de importantes personajes como Jesús F. Contreras, José F. Elizondo, Carlos Contreras Elizondo, Carmen Elizondo Sagredo, Mtro. Óscar Malo Flores, Alfonso Esparza Oteo y Aurora Correa, entre otros más.

Pedimos al Dr. Luciano Ramírez Hurtado, profesor e investigador del Departamento de Historia de la UAA, que nos contara sus recuerdos sobre la forma como llegó el Fondo Contreras a la UAA, con la consiguiente construcción de la Bóveda JFC. Y nos compartió lo siguiente:

“En diciembre de 2009, luego de exponer un trabajo de investigación en el seminario La mirada documental -realizado en las instalaciones de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia en la Ciudad de México-, los organizadores me invitaron a cenar a un restaurant en el centro del antiguo pueblo de Tlalpan. Entre los comensales estaba una persona, con la que afortunadamente coincidí esa noche.

– “El doctor Luciano Ramírez Hurtado, de Aguascalientes” me presentaron.

– “Mucho gusto, paisano”, me contestó.

– “¿Eres de allá”? le pregunté.

– “Bueno, como si lo fuera. Mi abuelo fue el arquitecto Carlos Contreras Elizondo, quien, sí nació en Aguascalientes”, me dijo sonriente y amable.

– “¿Pariente de Jesús F. Contreras?” Volví a cuestionar.

-“Sí, mi bisabuelo fue Jesús F. Contreras”, respondió orgulloso.

– “¡Órale!”, dije sorprendido: “¡Nada más ni nada menos!” Y se me vino a la mente la imagen y trayectoria del gran escultor finisecular del Porfiriato.

Mientras tomábamos cerveza, retomamos la charla. Me platicó que tiempo atrás había ido Aguascalientes con alguien del Instituto Cultural a ofrecer en donación el archivo de su bisabuelo, el escultor, así como del dramaturgo José F. Elizondo, pues ese era su deseo, pero que desgraciadamente se topó con oídos sordos, es decir indiferencia absoluta. Le comenté que con quién había hablado, pero no lo recordó o no fue capaz de retener el nombre, ya que le pareció –me dijo–, una soberana estupidez que ni siquiera se dignara contemplar la posibilidad y tomarla con seriedad, pues lo único que pedía para donar el archivo era que se resguardara el acervo en lugar adecuado y bajo ciertas condiciones.

Le pregunté que a qué se refería con eso: “¿en qué tipo de espacio físico estás pensando y qué características debe tener?”, interrogué intrigado. Respondió que se trataba de algo muy sencillo, aparentemente: “una bóveda lo suficientemente amplia con un control de temperatura a 14 grados centígrados, lo cual garantiza la conservación de los documentos”.

“Pero ¡Hombre! Eso no parece tan difícil de hacer”, le dije interesado.

“Pues no, pero ya ves cómo son esas cosas”, atinó a contestar.

Guardé silencio un rato, mientras la plática se fue por otro rumbo, interviniendo los demás contertulios quienes hablaban de la historia de la fotografía, el cine, libros e investigaciones sobre estos tópicos. Recordé que grandes universidades en Estados Unidos, –la Nettie Lee Benson, en la Universidad de Texas, por ejemplo, con su Colección Latinoamericana fundada en 1926, con más de un millón de páginas de manuscritos originales que pueden ser consultados- y en Europa –la Universidad de Leiden, que tiene cientos de planos cartográficos de navegación marítima holandeses de los siglos XVII y XVIII, es otro ejemplo-, son famosas y prestigiadas no solo por la calidad de sus programas educativos de pregrado y posgrado, sino también por los repositorios documentales que poseen. Por tanto, consideré que naturalmente a la UAA le debería de interesar, sabiendo canalizar el asunto con las personas adecuadas y que apreciaran la oportunidad que se presentaba, pues tener los archivos particulares de Jesús F. Contreras y Jesús F. Elizondo, esto es, de personalidades del mundo del arte y de las letras de esa talla, era desde cualquier ángulo relevante y significativo; nomás de imaginar a estudiantes e investigadores consultando tan importantes acervos en la UAA, me llenó de entusiasmo; de hecho, me imaginé a mí mismo revisando los documentos, sin tener que trasladarme a la Ciudad de México.

Recordé también que en aquel entonces la UAA se expandía; había ido adquiriendo edificios para convertirlos en centros culturales (la casa de la familia Ávila Storer y una finca en Juan de Montoro, para las escuelas de música y cine, respectivamente), o bien remodelarlos para modificar sus espacios y crear, por ejemplo, el Edificio Central para albergar el Museo Nacional de la Muerte y habilitar la Escuela de Artes Escénicas. Y le pregunté de repente a Carlos Contreras de Oteyza si todavía estaba interesado en donar el archivo particular del escultor Jesús F. Contreras y de su cuñado el dramaturgo José F. Elizondo a alguna institución de Aguascalientes, y sin pensarlo dos veces me dijo en tono categórico:

“Desde luego que sí, siempre y cuando hagan una bóveda con esas características”.

Le dije que la Universidad Autónoma de Aguascalientes sería una buena opción, pues había ya carreras de pregrado como Historia, Arte y Gestión Cultural, Letras Hispánicas, Sociología, Música, Cine, Artes Escénicas y Audiovisuales, Arquitectura, Urbanismo; también programas educativos de posgrado tales como Doctorado en Estudios Socioculturales, Doctorado en Ámbitos Antrópicos, Maestría en Investigaciones Sociales y Humanísticas, Maestría en Arte; todas ellas con estudiantes que pudieran estar interesados en hacer tesis e investigaciones diversas, en un momento dado, sobre tan interesantes personajes, insistí. Carlos Contreras de Oteyza, en tono serio pero amable, me dijo que justamente eso es lo que quería: “que sirva a los estudiantes e investigadores, para que realicen sus trabajos”. Le pedí entonces que me permitiera hablar con el Rector, o bien con el Director General de Difusión, a lo cual accedió. Anoté su nombre y dirección electrónica, para entablar comunicación más adelante. Me advirtió, no obstante, que en ese momento ambos archivos estaban en comodato (desde 1994) en la Universidad Iberoamericana campus Ciudad de México, pero que en pocos meses se vencía el convenio, así que podría disponer de ellos para su donación, por si veía algo en claro.

Transcurrió la noche entre cervezas, copas de vino, una cena ligera y una charla muy amena. Nos despedimos y al día siguiente regresé a Aguascalientes. En plenas vacaciones de diciembre me encontré con el maestro Jorge García Navarro, entonces director General de Difusión de la UAA, a las puertas de su casa de campo en el fraccionamiento campestre Colonia Agronómica. Sin tantos rodeos le puse al tanto de mi fortuito encuentro y le planteé el asunto subrayándole la trascendente oportunidad que se presentaba con vistas a traer a nuestra institución de educación superior los archivos de Jesús F. Contreras y José F. Elizondo, ambos aguascalentenses. Captó desde luego que se trataba de un asunto importante que no había que desaprovechar, se contagió de mi entusiasmo, y de inmediato vislumbró la conveniencia de adjudicar para la institución los archivos de semejantes personalidades del mundo del arte, la cultura y la intelectualidad y me adelantó: “casi te puedo asegurar que el Rector va a decir que sí”. Quedé a la espera y a los pocos días se comunicó para decirme que había luz verde. Le di el correo electrónico y teléfonos del fotógrafo Carlos Contreras de Oteyza y los puse en contacto. Simple y llanamente fungí de puente, y así comenzó esta feliz historia.

El resto, es una historia que debe escribir o contar Jorge García Navarro [más tarde Decano del Centro de las Artes y la Cultura, hoy jubilado]: de cómo persuadió al entonces Rector Dr. Rafael Urzúa Macías para hacer la Bóveda, de la realización del proyecto, de cómo consiguió recursos para su continuación convenciendo al siguiente Rector M. A. Mario Andrade Cervantes, así como los problemas de carácter técnico a los que se enfrentó, los trámites legales, la negativa de la Universidad Iberoamericana a devolver los archivos, los términos del convenio de donación de parte de la familia Contreras, la construcción propiamente dicha con todas las medidas de seguridad, seguimiento de la obra, su equipamiento hasta la satisfacción plena del donante, y un sinfín de detalles.

Lo cierto es que se tuvo la sensibilidad suficiente, la visión a futuro, capacidad de gestión y con el sentido de la oportunidad que distingue a la UAA, se tomó el asunto con absoluta seriedad y no lo soltó hasta verle fin. Luego de poco más de dos años se logró que la Universidad Autónoma de Aguascalientes construyera una bóveda para los archivos de Jesús F. Contreras y José F. Elizondo, con capacidad para albergar miles de documentos. Con el paso del tiempo han llegado más archivos, ahora cuenta con acervos documentales de otros artistas y grandes personalidades del mundo del arte y de la cultura como son las del arquitecto y urbanista Carlos Contreras Elizondo, del etnomusicólogo Óscar Malo Flores, del músico y compositor Alfonso Esparza Oteo, de la escritora, novelista y poetisa Aurora Correa, entre otros.

La inauguración de la bóveda se hizo el 24 de enero de 2012, al punto del medio día. Se realizó con todo el protocolo oficial, pues estuvieron presentes el Rector Mario Andrade Cervantes y la Comisión Ejecutiva Universitaria, el gobernador del estado Carlos Lozano de la Torre y parte de su Gabinete, una representante de Lorena Martínez alcaldesa del municipio de Aguascalientes, y algunos colados e invitados especiales. A nombre de la familia Contreras, Carlos Contreras de Oteyza, siempre sencillo, amable, sonriente y generoso se veía radiante, emocionado; había un torrente de emociones en su ser, se le notaba; se mostró orgulloso y agradecido, pues cumplieron su deseo. Por su parte Jorge García Navarro emitió un breve discurso destacando la relevancia de contar con tales archivos y haciendo notar que había espacio para más acervos de personalidades artísticas y del ámbito de la cultura, se le notaba satisfecho del deber cumplido; un servidor, a la distancia, también contento por haber estado, casualmente, en aquella afortunada noche de diciembre de 2009 y servido de puente.

A una década de distancia, el esfuerzo de crear la Bóveda Contreras ha valido la pena. Son cada vez más los consultantes, se avanza en la catalogación y digitalización y lo más importante, hay investigaciones y publicaciones fruto de dichas consultas.”

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